Editorial Cuneta: Sobre Adiós Muchedumbres, por GG

sábado, 31 de julio de 2010

Sobre Adiós Muchedumbres, por GG




La ciudad flotante: un lugar en el tiempo.

Sobre Adiós muchedumbres, de José Angel Cuevas (Santiago: Editorial Cuneta, 2010).

Por Galo Ghigliotto


Editorial Cuneta se ha propuesto poner al alcance de los lectores aquellos títulos que consideramos importantes, indispensables, necesarios, urgentes. Por otra parte, nuestro gesto pretende manifestar que las condiciones del Chile actual no difieren en mucho del Chile que vivió bajo la dictadura: creemos que la situación poética del país, el entorno invisible, es semejante. Con la intención de revelar la similitud entre este hoy y ese ayer es que, en la colección Ouroboros, nos decidimos por títulos que hablan de la transformación del país, su ideología y su lenguaje.

En la mayoría de los casos tratamos de no alterar el contenido de cada título, sólo pretendemos trasvasijar un fragmento de época al formato de nuestra colección.

Estamos muy contentos de reeditar este libro. A nuestro juicio, era muy necesario que estuviera al alcance de los lectores de hoy.


Notas sobre el libro


Adiós muchedumbres, fue editado originalmente por Editorial América del Sur en 1989, compuesto de cinco publicaciones anteriores de José Angel Cuevas. Todas ellas fueron “ediciones artesanales” publicadas entre 1979 y 1988, periodo en que el país se encontraba bajo la dictadura.

Pero no todos fueron escritos bajo ese período: la primera parte del libro, Efectos personales y dominios públicos (1979), contiene el poema Mundial del sesentaidós, fechado en 1969. Recién en el capítulo siguiente, Contravidas (1983), aparecen vestigios de la dictadura militar en la sociedad y en el hablante. A partir de algunos versos se infiere que la situación es irregular: “Algunos ya han caído. Otros partieron por Europa”. Más adelante, en Introducción a Santiago (1982), Cuevas recorre la ciudad de Santiago y hace una descripción del paisaje que observa. Esta descripción incluye la atmósfera que se vive en la capital a principios de los ochenta, cuando dice “soy hijo de esta ciudad mediocre en Estado de Emergencia”. Lo mismo sucede en Canciones de rock para chilenos (1987): “y el toque de queda rige en la Región Metropolitana”. Por último, Cánticos amorosos y patrióticos (1988), aunque se publica en el año del plebiscito que resolvió el regreso de la democracia a Chile, se anuncia desde el epígrafe como un texto que cuestionará el proceso político que vive en el país: “¡Hey, esperen, ha habido una matanza aquí!”.

Los poemas del libro se ven atravesados en su mayor parte por el acontecer político nacional. Además, se incluyen nombres de personas que parecen haber tenido participación en la historia personal del hablante (Bernardo, Tommy Valenzuela, entre otros), así como personajes de la historia de Chile (Bernardo O’Higgins, Pedro Aguirre Cerda, Salvador Allende). Llama la atención que Cuevas no mencione a Pinochet en ningún momento, ni como dictador, ni como presidente de la república. Una de las causas de este hecho puede ser la censura. Otro, que el régimen militar de Pinochet no merece ser mencionado, debido a la ilegitimidad de su mandato. Por último, acaso en la misma línea de la anterior, puede ser el hecho de pretender una venganza contra el dictador al momento de ignorarlo, ya que “la pena más grande en la que puede incurrir la criatura, aquella para la que verdaderamente ya no hay remedio, no es la cólera de Dios, sino su olvido”.

Otro elemento que cruza la totalidad de esta obra de José Angel Cuevas, es la ciudad. Todos los sucesos que ocurren en el tiempo presente del poema, se desarrollan al interior de la ciudad de Santiago de Chile.

Sin embargo, el lugar real donde transcurre el libro pareciera no ser (simplemente) la ciudad de Santiago. Varias razones hacen pensar que el lugar donde ocurren los sucesos, no está atado a un presente poético, sino que se trata de una especie de ciudad flotante. Esta ciudad flotante corresponde a una construcción del lenguaje que pertenece a un pasado, un “ayer evocado (y mitificado)”. Esta ciudad flotante es un lugar en el tiempo, responde a la misma descripción de Santiago, en la medida que posee calles con los mismos nombres, edificios comunes, restaurantes o picadas idénticas. Sin embargo, a diferencia de la capital de Chile, el centro de esta ciudad flotante posee la misma cualidad nómade del pensamiento y del recuerdo, y es por tanto, capaz de desplazarse sobre un territorio histórico. La ciudad flotante fija un axis mundi en el poema, desde el cual se dialogará con el momento del tiempo en el cual se sitúe el hablante.

El centro de esta ciudad se ubica en un punto comprendido entre los años 1962 y 1970. La información de la que disponemos para hacer esta aseveración, proviene de entender que el centro de la ciudad flotante comprende los momentos que el autor describe como ideales. Momentos de pacífica distensión en los cuales, como se dice en Mundial del sesentaidós (1969): “Inventamos y bailamos hermano rock’n roll / como pequeños dioses / Nos damos vueltas y vueltas cada vez más perfectas”. Más adelante, en 1970: “La más hermosa canción de Plaza Bulnes / para dejarse llevar por la esperanza”. Poco después, en el mismo poema, se anuncia una predicción sobre la destrucción del ideal: “miro al horizonte / Y VEO CON HORROR QUE SE VIENEN AÑOS TERRIBLES” (p. 81). El resto de los sucesos, vale decir, aquellos que están ubicados fuera del centro, se acercarán al axis mundi para ingresar en esta ciudad flotante y dialogar con el imaginario del autor. A partir de esta superposición de acontecimientos, se da origen al espacio desde el cual el sujeto desplegará su discurso.


La poesía de la ciudad flotante


La poesía que se origine desde este espacio, tendrá forma de testimonio, ya que se trata de la narración de sucesos y transformaciones de las que el sujeto poético ha sido testigo. Acudimos a la trasposición de varios lapsos, que se sitúan sobre este centro que se focaliza en un nosotros (la muchedumbre), para replegarse finalmente en un hoy subjetivo y degradado, en un hablante singular que terminará vencido, derrotado, ya sea por las circunstancias o el tiempo. Al vivir el tiempo poético en una cápsula de “pasado” que se superpone al presente del hablante, se permite la entrada de espectros, entidades que comienzan un diálogo presencial entre ellas y con el entorno (p. 41):

(Balmaceda cae trágicamente en esa esquina

O’Higgins se va al exilio caminando por San Pablo

Salvador Allende lucha hasta la muerte

Aquí mismo los vencedores de Chacabuco

Se tomaron una cerveza helada

La gente les tiraba claveles rojos)

En su interior, no sólo los espectros de personajes históricos cruzarán sus linealidades de tiempo, también lo harán fragmentos de la memoria del sujeto: “Todavía escucho disparos / después de tantos años / que rondan mi pieza oscurecida”. Entre los que abandonan este espacio, se cuentan las víctimas del enemigo victorioso (la dictadura): “mis amigos muertos se fueron por una ventana / al infinito”. Entre los paseantes de la ciudad flotante se cuentan personajes como Neruda, a quien el sujeto poético dice haber visto emprendiendo vuelo “por el cielo de Nataniel hacia el poniente”, o Fidel Castro: “y lo saludé con la mano en alto”. El lugar ya no es sólo el espacio habitable de todos aquellos que conforman el imaginario del hablante, también es el espacio que admite rostros que el sujeto no reconoce: “LAS CALLES SE LLENARON DE DESCONOCIDOS”.

La elaboración de una ciudad flotante, como procedimiento estético, puede resultar mucho más político de lo que parece. Aunque el libro posee un tono derrotista, existe una intención manifiesta de continuar la lucha. El montaje que se realiza para la construcción del discurso incluye elementos panfletarios. Consignas: “EL PUEBLO UNIDO JAMÁS SERÁ VENCIDO"; fragmentos de gritos de lucha escondidos entre los versos: “Allende solo Allende”. El discurso se convierte en bandera de lucha. El autor busca trastocar la ideología del lector, no sólo evocando nostalgia. A ratos, el sujeto pasa de la tristeza al enojo. En un tono mucho más directo se dirige a aquellos que perdieron la revolución: “Viejo / tú nunca volverás a ser feliz / Nadie te propondrá ½ litro más de nada / ni leche, leña / … / tú no estás considerado en esta vuelta / Viejo e’mierda". O bien, utiliza un tono irónico, cuando decide hacerse parte de la situación que describe: “¡Salud! / Por el olvido total salud compadre / pronto ya no sabré ni cómo me llamo / no sabrás cómo te llamas / y nadie sabrá cómo se llama / en este país / de Mierda”. A partir de la capacidad empática del lector, el autor lo invita a reflexionar.

Considerando que cada discurso corresponde a una construcción del autor, podemos ver cómo el hablante utiliza tres pilares para sostener el suyo: la esperanza, el enojo y la tristeza. Pero el enojo y la tristeza tienen el mismo género, en la medida que corresponden a reacciones propias de la desesperanza. El autor utiliza la esperanza y la desesperanza para articular su discurso, como puntos de inflexión sobre los cuales se situará el dinamismo del texto. En el “Poema 2” de Contravidas (1983) se lee: “un asado ya no soluciona nada / Yo ya no creo en los asados”. Pero más adelante, en el “Poema 8” del mismo capítulo, el sujeto dice “Cuando el amor llegue a mi puerta / con su abrigo café / y sus zapatitos lustrados /…/ me voy a volver loco”. Podríamos decir entonces que este lugar en el tiempo, es una dimensión compuesta de polaridades diferentes: las esperanza y la desesperanza.

La ciudad flotante que hemos descrito puede ser el lugar que el poeta utiliza para, posteriormente, escindir dos territorios que corresponderían a un antes y un después ambiguo, posiblemente dos Chile: el de la esperanza y de la desesperanza. En libros posteriores, como Proyecto de país (1994), el autor desarrolla el concepto de “ex Chile” para referirse a la “nueva época” que comenzaría en el país, llena de “eventos y artificios, templos de la publicidad”, etc. Tal vez este “ex Chile” representa la porción escindida de esta ciudad flotante que contendrá la desesperanza, en contraste con la otra fracción, en la que se albergan las utopías.

Sea cual sea el caso, tal vez lo más importante de esta obra de José Angel Cuevas sea la construcción de este espacio que le permitirá establecer un diálogo simultáneo con la historia (ciencia), sus ideales (ética) y la poesía (estética). De esta manera, inscribe su reflexión/su poética en la cotidianeidad urbana, procedimiento que lo emparenta a poetas que utilizan la ciudad como centro del proceso sociopolítico que vive el país, entre ellos, Carmen Berenguer, Gonzalo Millán, Tomás Harris, Malú Urriola. Sin embargo, José Angel Cuevas amplía el territorio de su discurso, y permite la convivencia de elementos que de otro modo no podrían coexistir.