Editorial Cuneta: abril 2010

domingo, 11 de abril de 2010

Editorial Cuneta en La Nación



Foto: Julieta Marchant y John Landry leen en Villa Frei, en el marco de la Feria Solidaria del Libro. Marzo, 2010.

Sobre el libro de John Landry:



Por Fernanda Donoso

Trabajó con Allen Ginsberg, fue activista anti-guerra de Vietnam, ha sido obrero de fábrica, asistente de enfermería, y académico universitario. En 2007 fue galardonado como Poet Laureate de la ciudad de New Bedford (2007).

John Landry vino a Chile en febrero: quería ver a Nicanor Parra, y no se atrevía a interrumpirlo en su refugio de Las Cruces. No sé si lo vio, pero alargó la estadía en Chile después del terremoto, y participó en actividades benéficas para las víctimas de la tragedia. De paso, inauguró el año poético en el sugerente bar La Piedra Feliz, en Valparaíso. Landry leyó su poesía en universidades y fundaciones y dejó un rastro de marea alta y baja -como sus textos-, una línea delgada y fosforescente, un rastro beat o hippy.

Su poesía, publicada en inglés y en castellano, fue traducida por Germán Carrasco, que hace una versión o un cover: es decir, hace bastante lo que le da la gana: interpreta. Por si las dudas, en la páginas del frente está el Landry más auténtico, y está claro que Carrasco acierta cuando traduce el blues de la pega, por ejemplo: “Canta el blues de la pega/ y yo empatizaré contigo/ cuando te tratan con prepotencia/ hay que puro virar”.

Así es que Landry es un poeta gringo achilenado, en la edición de la Editorial Cuneta, de este 2010. Él ha sido traducido al mandarín, al húngaro, al español, y cruzando los idiomas, su poesía se sostiene graciosamente en pie. Lo que tiene de coloquial se suma a un efecto humorístico y amoroso, porque lo que dice está lleno de una irreprimible alegría:

“Salí del líquido amniótico(...) hacia las extinguidas canciones de los aparatos de radio/ sobre las mesas de las cocinas y en autos/ al sueño de los harapos que se convierten en seda/ y a lo maravilloso que es simplemente/ un perro tras la ventana (...) Y así, este forastero en el paraíso/ ignorante de los calendarios/ superó la etapa de la sospecha”.

Nacido en New Bedford, Massachusetts, ha pasado la mayor parte de su vida en la península de las cinco millas, en la bahía de Sconticut se dice de él. “¿Hay vida luego de Fall River?”, pregunta. Y casi al final: “La única manera/ es comerse el futuro/ -dijo Neeli Cherkovski-/ y tomó una galleta china/ y la engulló con papel y todo/ sin leer la fortuna”.“Quién va a podar los ciruelos cuando yo me vaya” es más que una pregunta, un legado. ¿Qué satélite lo va a poner en el aire cuando nos vayamos todos?

QUIÉN VA A PODAR LOS
CIRUELOS CUANDO ME VAYA
John Landry
Editorial Cuneta
Santiago, Chile, 2010
72 páginas



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